20070726

06 LA IMAGEN REVELADORA

Mauricio Kartún habla del poder revelador de las imágenes.
Nos contó en clase la anécdota de cómo García Márquez encontró el tono para “Cien años de soledad” manejando en la autopista a Acapulco.
En mi caso sucedió algo similar.
No me siento García Márquez.
Pero hay una anécdota parecida.
Rumiando el material que se me estaba dando, no encontraba la forma de abordarlo.
Pero lo rumiaba.
Fui con mi hermana al pueblo de mi cuñado.
Cuando recién manejas, quieres manejar todo el tiempo.
En mi caso ya llevaba un rato haciéndolo, pero las salidas con el carro en carretera habían sido pocas.
Tenía un poco de temor pues, yendo a Oaxaca (manejando yo), estuvimos a punto de accidentarnos mi tía Nola, mi hermana, mi primo Neto y yo.
Y a pesar de mi aparente seguridad al seguir manejando, siempre un leve cosquilleo en la entrepierna se hacía presente al tomar el volante en carretera.
Se me presentaba una oportunidad de quitarme el temor.
Domingo por la mañana, regresamos de Morelos al DF por la carretera que llega a Xochimilco.
Estamos cerca de celebrar las fiestas de muertos en México.
El campo se viste con los colores característicos de la época gracias a las flores de la estación.
Vengo yo al volante, el sol de las 9 am me da en la cara y no he terminado de despertar aunque juro que sí para que mi hermana pueda seguirse maquillando (tiene concierto al mediodía en Bellas Artes) y para que no me quite del volante.
El sol molesta un poco.
Empieza a hacer calorcito.
Un calorcito rico.
El DF ya está cerca.
Y ahí, justo dando la vuelta en una curva, se descubre ante mí.
Un campo lleno de flores.
Flores amarillas y blancas.
Pequeñas y demasiadas.
Inundan el campo.
No sé si producto del calorcito rico, o de que no he despertado al 100 %, o de lo cercana que está la ceremonia del Teonanacatl o de qué sé yo, pero siento que las flores van subiéndose al carro y me inundan.
El sol alumbra el campo y las flores se mueven con el aire.
Amarillas y blancas.
Unas entre otras.
Por todas partes.
Ya llegamos al DF con todo su tráfico y smog, pero la imagen del campo con flores sigue fuerte en mi mente.
Algo de eso debe haber en el texto.
La obra debe tener esto.
Algo que a mí me inunde, que me haga creer que sigue estando aún cuando ya pasó.
Campo – Ciudad.
Flores amarillas y blancas.
No sé qué signifique esto pero tengo ganas de escribir.
De capturar esta imagen.
De capturar esta sensación.
Estoy entusiasmado.

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