20070726

04 MONÓLOGOS QUE NO TRASCIENDEN

El siguiente ejercicio fueron unos monólogos que la directora encargó a cada uno de los actores.
Una vez más, ellos presentan el material.
Yo con libreta en mano.
Una vez más, no sé qué recuperar.
Veo el material y lo siento azotado. Muy lejano a mí.
No es que yo no sea azotado, pero de alguna manera me implantaron el prejuicio contra todo lo que tenga que ver con llanto y con la aparente profundidad que da la cara triste de un actor.
Gracias por ese implante, me ha servido.
Otra vez aíslo sólo palabras.
Algunas frases que van saliendo.
Terminan de presentar su trabajo.
Ahora los actores hacen improvisaciones que la directora va guiando.
Me recuerda los ejercicios que hacía en clase de dirección.
O en la única clase de actuación que tomé en CasAzul con Teresina Bueno.
O en los talleres con mi grupo de teatro: Crisol.
A y B.
Uno quiere algo y el otro se le opone.
El mecanismo más primigenio del conflicto.
La directora lo toma de lo que ha aprendido de José Sanchís Sinisterra.
Una cosa más en común.
Yo empecé a hacer teatro por culpa de Sanchís Sinisterra.
Ñaque. O de piojos y actores. Obra de Sanchís con la que me inicié como asistente de director con Crisol y por la que ahora ando donde ando.
Los actores cumplen sus roles de A y B y van haciendo cosas.
Van soltando prenda.
Terminan.
Sacamos conclusiones de la presentación.
¿Te ayuda algo de esto? Me pregunta la directora.
Y… un poco.
No me ayuda a detonarme nuevas ideas de texto.
Tampoco me aporta en referencia a la idea de texto que ellos presentaron.
Palabras sueltas.
Frases.
Inquietudes.
Van tirando retazos de tela con los que habrá que tejer algo que esperamos sea alta costura.
Terminamos la sesión.
Nos despedimos y quedamos para el siguiente encuentro.
En la plática fuera ya del trabajo, empiezan a soltar cosas que me van atrayendo y las anoto.
Igual y en una de esas, sirven.

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